21 de diciembre de 2005

The Sandman




Por alguna extraña razón, existen personas que se sienten más cómodas en la pesadilla: E. A. Poe, Lovecraft, Tim Burton... por citar algunos nombres. Quizá para estas personas es la realidad la que parece a todas luces una insoportable pesadilla. Una pesadilla de la que sólo se puede escapar cerrando los ojos y lanzándose a soñar... aún cuando ese sueño sólo sea un puzzle de oscuras incoherencias. En este punto debía hallarse Gaiman cuando cierra los ojos a esta mediocre realidad y se enfrenta a la creación de la mayor y más ambiciosa idea de dios, aquél capaz de proporcionar al hombre su única salvación posible: el sueño. Sandman es esa faceta de dios. Pero es un Eterno, no un dios,y está por tanto sometido a todas las imperfecciones y arbitrariedades de su condición, tan similar a la humana. Y es al mismo tiempo portador del dulce consuelo de los sueños y de la horrible condena de las pesadillas. Justiciero sin juzgar, porque Sandman no juzga, el bien y el mal, lo bello y lo horrible coexisten en su mundo como única forma de mantener el equilibrio de su irrealidad. Así, pueden convivir en su mundo el Corintio, materialización antropomorfa de los más violentos instintos humanos, y el Bosque del Violín, manifestación de la armonía más pura. Quizá esa dualidad equilibrada tan perfectamente, ese toque de espiritualidad oriental, es lo que dota a Sandman de ese halo de misterio que adquiere todo lo que es perfectamente imperfecto. Eso y el hecho de que Sandman habla poco; difícilmente comunica lo que siente o piensa y sus actos quedan envueltos en toda ocasión de una ominosa duda sobre sus causas. El lector no es omnisciente, error bastante común en literatura, sino que es un mero espectador de la parte de la realidad ficticia que el autor desea mostrar. Eso convierte la experiencia lectora en la contemplación de una ficción increíblemente real.

Es difícil no enamorarse de Sandman, una criatura débil dentro de su increíble poder. Pero aún más difícil es no enamorarse de su preciosa hermana. Una encarnación encantadora de la muerte. Siempre con una sonrisa. Siempre demostrando ser la amiga que todo ser humano quisiera tener. Ninguno la recuerda, pero no sólo acompaña en el último momento, sino también el primero. ¿Es este hecho una delicada y elegante metáfora del eterno retorno? ¿O quizá sólo la promesa de la continuación de los mundos? ¿O... ?

Una joya labrada en un medio de expresión, el cómic, que es capaz de conjugar los más fascinantes efectos visuales con la literatura en bocaditos pequeños. Una verdadera obra de arte que ningún amante de las pesadillas debe dejar pasar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pocas personas se atreven a darle la vuelta el espejo y ver las cosas como Alicia al otro lado del espejo. Son capaces de ver la vida como un negativo de una foto. En ese mundo la Muerte es la buena, absolutamente deliciosa, esperada por pocos, pero bien recibida por todos.
Disfruto cada vez que le doy la vuelta a lo que sé, a lo que conozco y miro al espejo de la realidad que muestra Neil Gaiman, esa cara de la vida que pocos se atreven a mirar y que a veces resulta menos terrorífico que la vida normal. Una pesadilla más dulce que el más dulce sueño.

eDiNNe

Rosita Fraguel dijo...

Pues si, eso pienso yo.

Un beso grande guapa y felices fiestas!